En ocasiones, las experiencias durante la infancia nos enseñaron a suprimir nuestras emociones. Nuestros padres nos dijeron que no debemos llorar, que no abramos nuestras emociones. Ello, sumado al estereotipo de profesional o líder exitoso que tiene prohibido mostrar debilidad alguna, origina que seamos personas que no sabemos manifestar correctamente lo que sentimos durante momentos de crisis.
Mostrar nuestras emociones en el trabajo es inevitable. Hoy trabajamos en un ambiente de más de 40 horas semanales en medio de una crisis sanitaria, el temor al contagio y los roles mezclados en el hogar y bajo reglas, contextos que rigen nuestras acciones y contribuciones para alcanzar los resultados. Sin embargo, ¿qué sucede cuando emociones como el miedo, la rabia, la ansiedad y hasta el odio podrían aparecen en el ambiente laboral?
Somos humanos y es inevitable que las emociones surjan; no es malo experimentarlas. Por ejemplo, dejar de colaborar en el proyecto por tener celos de tu compañero o por sentirse abrumado de trabajo sin conversarlo con alguien es perjudicial para tu desarrollo profesional. Ello puede demostrar inmadurez, baja autoestima de tu parte y falta de carácter para gestionar situaciones difíciles, y puede frenar oportunidades que venías construyendo antes de la pandemia. Tu foco no debería encontrarse en suprimir tus emociones , sino en encaminarlas.
En nuestro programa de liderazgo que trabajamos con organizaciones, hemos conversado con profesionales que destruyeron su desarrollo por anular sus emociones constantemente, lo cual los llevó a explotar en cinco minutos en una video llamada, derrumbando todo lo construido en un año para lograr un buen clima laboral. Cuando ha ocurrido un suceso similar, no hay marcha atrás; se debe construir desde cero la confianza del equipo.
Es probable que ese líder estuviera experimentando emociones negativas sin manifestarlas; no se daba el permiso de ser humano, no tenía con quién conversar al respecto. Está comprobado que cuando negamos nuestras emociones, estas se presentan con mayor intensidad, causando un daño a nuestra autoestima. Además, nos resentimos y proyectamos esa imagen a nuestro entorno, ocasionando que la organización y el equipo cuestionen tu desempeño preguntándose: ¿Estaba preparado para liderar esta etapa?, ¿el desafío le quedó muy grande?, ¿contaremos con él/ella para los siguientes desafíos?
Asumir un desafío no supone suprimir las emociones; al contrario, debemos aceptar la situación con todas las emociones que ello implique y aprender de esa situación para salir fortalecidos. Debemos tomar acciones desde el campo racional y no desde el emocional. Ese es un aprendizaje que debemos experimentar e interiorizar hasta que se convierta en un hábito. A continuación, te listamos 3 estrategias que ha funcionado trabajando con líderes a través de nuestros programas de desarrollo de liderazgo.
- CAMBIA LA PREGUNTA Y TRANSFORMARÁS LA REALIDAD
Debemos comprender las situaciones, sentir las emociones y reemplazar la pregunta “¿por qué a mí?”, por interrogantes como “¿qué emoción estoy sintiendo?, ¿por qué siento eso?, ¿en qué otras situaciones me he sentido de manera similar?, ¿qué puedo hacer para decidir basado en la razón y no en la emoción?”. Planteando estas preguntas, se logra comprender, procesar y, sobre todo, hacer fluir las emociones presentes. De este modo, se genera espacio al lado racional, ayudando a atravesar con éxito ese limbo de cinco minutos durante el cual se pueden tomar decisiones desastrosas.
- ACEPTA LA REALIDAD Y TOMA ACCIÓN
Debemos aceptar que la incómoda situación actual no va a cambiar, que ya se ha presentado. Por ello debemos asumir un rol activo y preguntarnos ¿qué tan responsable soy de lo sucedido?, ¿esa pelea es mía o de otras personas?. El ser humano empieza a tomar decisiones y a hacerse responsable cuando se da cuenta de que nadie vendrá a ayudarlo. Es necesario asumir una actitud positiva centrada en la situación, observar algo que realmente existe, con base en los hechos y no en los juicios.
- PIENSA EN UN FUTURO MÁS INMEDIATO
Las emociones intensas pueden provocar que olvidemos que existe un futuro después de esta pandemia, y que nuestras acciones tienen consecuencias. Aunque en ese momento solo queramos explotar y buscar culpables, debemos pensar en lo siguiente: ¿Seguiré sintiendo esa emoción luego de una semana?, ¿las personas seguirán trabajando conmigo durante más tiempo con el mismo compromiso?, ¿es justa esa ira para las personas que están a mi alrededor.
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Sobre el Autor
Alfredo Alfaro es autor del Libro: “Primero Personas, después profesionales”, Best Seller en América Latina, fundador de First People Consulting y Top Voices 2019 LinkedIn por ser considerado un referente en LATAM en temas de Liderazgo, Cambio y Empleabilidad. Ha colaborado con artículos para la revista América Economía, Diario Gestión, Portal infocapitalhumano y el Instituto de Bienestar Integral de México, Facilitador en Psicología Positiva por Wholebeing Institute de Tal Ben Shahar. Asimismo es Mentor de ASEP Asociación de Emprendedores del Perú, Líder de Gestión del Cambio y Pensamiento de Diseño por la Innovationship Silicon Valley y UTEC y docente de habilidades para la empleabilidad en la Universidad del Pacifico en Lima, Perú.