El deportista olímpico más condecorado de todos los tiempos, el nadador Michael Phelps, a los veintinueve años de edad, tras una serie de escándalos, había perdido las ganas de vivir. Bob Bowman, su entrenador, quien había sido partícipe de sus triunfos, le dijo lo siguiente:
“Michael, tienes todo el dinero que cualquier persona de tu edad pueda querer; tienes una profunda influencia en el mundo exterior, eres un modelo a seguir y referencia para muchas personas. Sin embargo, a pesar de eso, eres una persona muy infeliz. ¿Qué ocurre?”.
Tras pasar por meses de terapia de rehabilitación física y espiritual, logró superar la crisis y volvió a competir. Ya no se obsesionaba con la suma de sus medallas. Su actuación en las Olimpiadas de Río 2016 lo mostró un nadador más feliz, humilde, disciplinado y alejado de escándalos. Su competencia más importante ahora es personal. Como dijo en la última entrevista antes de ir a las olimpiadas: “Me cansé de ser alguien que no soy. Soy humano, y entender eso ha sido la travesía más importante de mi vida”.
Parte de ser humano es equivocarse, cometer errores. En mi experiencia como reclutador de talentos he tenido que entrevistar a muchos profesionales, en su mayoría, jóvenes ejecutivos. Estos se presentan con títulos, maestrías en universidades tops y altos cargos jerárquicos a los que llegaron en poco tiempo, pero cuando los escuchaba, parecían nunca haberse equivocado, no se permitieron ser vulnerables, nunca tropezaron, minimizaron sus errores y proyectaron una imagen egocéntrica. Y créanme, nadie quiere trabajar con ese tipo de personas. Son dañinas para cualquier organización ya que no logran tener equipos comprometidos ni motivados.
Es interesante conversar con jóvenes que consiguieron los mismos o menores logros, pero que tropezaron. Muestran sus heridas contando que aprendieron de ellas con optimismo y humildad. Es por eso que los cazadores de talentos y profesionales de recursos humanos se han dado cuenta que en los últimos años cometieron un error muy grande contratando jóvenes para posiciones gerenciales, que no han experimentado fracasos.
Hoy en día se está valorando la experiencia que te dan las victorias, pero mucho más las caídas. La vulnerabilidad es una fortaleza, tener rasguños y moretones te hace humano, sincero, humilde y una persona interesante por conocer.
PAUSA ACTIVA
· ¿Cuál ha sido tu mayor fracaso?
· ¿Qué aprendiste de él?
*El presente artículo es un resumen de un capítulo del Libro de Alfredo Alfaro que fue publicado en Agosto 2019.
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Buenísimo el post. Reciba un cordial saludo.
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